La "novatada" de AMLO en su regreso a la arena electoral
Fuente: CIDAC
Autor: CIDAC
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Durante
la administración de Felipe Calderón, la figura de Andrés Manuel López
Obrador fue reconstruyéndose poco a poco después de la debacle que le
significó el error de haber secuestrado Paseo de la Reforma tras su
derrota en los comicios de 2006. Por su parte, el gobierno calderonista,
si bien nunca le quitó la mirada de encima al entonces perredista, en
realidad tampoco decidió asestarle un golpe definitivo. No obstante,
AMLO proseguía con sus críticas a quien consideraba le había robado la
victoria electoral, erigió una pantomima a la que denominó “gobierno
legítimo”, al tiempo aderezaba sus arengas montándose en la ola
devastadora del descontento por la violencia y la fallida estrategia de
combate al crimen organizado. Asimismo, de manera paralela, el
tabasqueño fue edificando su proyecto de conformar un partido político
propio, donde no sólo se abstrajera de las constantes pugnas entre las
facciones del PRD, sino tuviera acceso a una bolsa de recursos sin
necesidad de dividirlos entre otros grupos internos. Con el registro
oficial del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) como partido el
pasado 18 de julio, AMLO consiguió un objetivo largamente anhelado y,
en apariencia, se fortalecía en el entorno político nacional. También
era de esperarse que no sería igual el trato a López Obrador en su
interregno como, primero, candidato presidencial perdedor y en
reconstrucción, y luego como activista apartidista, que ahora en su
calidad de líder de facto de un partido con estructura, presupuesto y,
claro está, posibilidad de competir en la arena electoral.
López Obrador esperaba que el multitudinario
mitin llevado a cabo en el Zócalo capitalino el domingo 26 de octubre,
se convirtiera en uno de sus actos fundacionales. De hecho, su agenda
original planteaba dos temas fundamentales: uno, pedir la renuncia del
presidente Peña Nieto para antes del 1 de diciembre, lo cual
–hipotéticamente—activaría la convocatoria a elecciones presidenciales
para 2015; dos, presionar a la Suprema Corte de Justicia (SCJN) para no
declarar la eventual inconstitucionalidad de la consulta popular que
solicitó MORENA hace algunas semanas, encaminada a abrogar la reforma
energética. Sin embargo, la crisis política desencadenada tras los
asesinatos de Iguala y las desapariciones forzadas de 43 normalistas de
Ayotzinapa acaecidas el pasado 26 de septiembre, le pareció un
inmejorable tema a AMLO para avivar las pasiones en su evento de la
Plaza de la Constitución. Sin embargo, probablemente el líder de facto
de MORENA ha cometido su primer error en esta nueva etapa de su carrera.
De inmediato comenzaron a circular versiones de
que AMLO habría respaldado la candidatura de José Luis Abarca, el hoy
alcalde prófugo de Iguala, acusado por la PGR de haber perpetrado los
hechos del 26 de septiembre, cuando éste se postuló a dicho cargo en
2012. También se habló sobre su apoyo a Ángel Aguirre para los comicios
de enero de 2011 donde el entonces senador con licencia obtuvo la
gubernatura de Guerrero. En un tenor similar, pero con un carácter de
mayor formalidad y con un simbolismo político significativo, la plana
mayor del PRI –excluyendo al presidente Peña—, es decir, su presidente
nacional, César Camacho, y sus líderes parlamentarios en el Senado y la
Cámara de Diputados, Emilio Gamboa y Manlio Fabio Beltrones,
respectivamente, criticó la propuesta de AMLO de crear una Comisión de
la Verdad para esclarecer el caso Ayotzinapa. En palabras del diputado
Beltrones, y en clara alusión al morenista, si alguien sabe algo o tiene
algo que decir respecto al particular, simplemente debe hacerlo, no se
necesita crear un órgano especial para ello. El ruido mediático de estos
y otros señalamientos obnubiló la plataforma de MORENA y dio a López
Obrador un triple golpe: el reavivamiento de las pasiones en su contra,
la siembra de la duda entre algunos –tal vez pocos, tal vez muchos—de
sus simpatizantes, y su transformación en un distractor conveniente en
momentos donde el fuego era demasiado intenso contra el gobierno federal
y contra el grupo dominante en el PRD, “Los Chuchos”.
Aun cuando AMLO consiga deslindarse por completo
de toda posible complicidad por obra u omisión con Abarca y Aguirre, el
tabasqueño ya recibió un saludo de bienvenida al proceso electoral 2015
por parte de la realidad política. La ventana de oportunidad de AMLO sí
está en el desgaste que han tenido sobre todo el PRD y el PAN por su
adscripción al Pacto por México, y el nutrimento del discurso del
colaboracionismo con el gobierno federal. A pesar de ello, el problema
para López Obrador es que su tan socorrida vieja retórica dicotómica de
políticos impolutos versus políticos mafiosos, al final lleva a
preguntarse si su agenda sería verdaderamente capaz de soportar un
discurso de gobierno más sofisticado para enfrentar el problema actual.
El caso demuestra que, por más que intente desmarcarse, AMLO es parte
integrante de la clase política.
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