"El Chapo” y los desaciertos de la estrategia de seguridad
Autor: CIDAC
Fuente: CIDAC
Desarticulación de organizaciones criminales
Fuente: Elaboración propia con datos de Stratfor y El Universal.
Sin embargo, la mayor implicación de la captura y fuga de “El Chapo” es que coloca en serio entredicho la estrategia actual de seguridad. La detención del “Chapo” no implicó la desarticulación del cártel de Sinaloa ni la detención de toda la red de complicidades que le permite operar como una de las organizaciones criminales más influyentes del mundo. Su organización siguió operando un negocio que, de acuerdo con la DEA, asciende a los 500 mil millones de dólares al año; en todo caso su permanencia se vio más amenazada por la presencia de otras organizaciones criminales, como el Cártel Nueva Generación, que por la incidencia del Estado.
Fuente: CIDAC
En marzo de 2015 el Gobierno Federal presumía la captura de 91 de los
122 integrantes de la delincuencia organizada cuya detención se había
planteado como objetivo prioritario la administración de Enrique Peña
Nieto. La captura o abatimiento de líderes de bandas criminales es uno
de los brazos principales de la lucha contra el narcotráfico y el crimen
organizado desde la administración anterior (Ver Tabla 1). De entre los
objetivos, la “joya de la corona” era el líder del cártel de Sinaloa,
Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, detenido en febrero de 2014 después de
su primer escape del penal de Puente Grande en 2001. Hoy “El Chapo” se
encuentra libre tras fugarse del centro de máxima seguridad del
Altiplano –de acuerdo con la versión oficial- por medio de un túnel
subterráneo de un kilómetro y medio.
Una de las premisas de la estrategia de seguridad, que no ha
experimentado cambios significativos desde el sexenio pasado, es que la
captura de las cabezas de los cárteles ayudaría a debilitar y
desarticular a las organizaciones criminales. Esto, a su vez, reduciría
los índices delictivos en el país y el tráfico y consumo de drogas. En
conjunto con la detención de los criminales se planteaba un necesario
fortalecimiento de las instituciones de procuración y administración de
justicia que permitiera procesarlos. Después de casi una década de
capturar diversos criminales y de asignar una considerable suma de
recursos al ámbito de seguridad, ¿cuáles son los resultados? En este
sentido, la fuga de “El Chapo” es un momento oportuno para hacer un
balance de los resultados que ha tenido la estrategia para combatir la
criminalidad y la violencia en el país.
Tabla 1
Incidencia delictiva y tráfico de drogas
A diez años de haberse iniciado la lucha ni los niveles de violencia
relacionados con el crimen organizado, ni el tráfico de drogas han
mejorado. Los homicidios dolosos han tenido picos importantes en 2011 y
2012 y recientemente muestran una tendencia a la alza de nuevo (ver
Gráfica 1). Aunado a esto, los costos sociales de la violencia ascienden
a más de 120 mil muertes, 280 mil desplazados, y entre 8 y 25 mil
desaparecidos.
Por su parte, los flujos de sustancias ilícitas a los Estados Unidos no
han disminuido. De acuerdo a la Administración Contra la Droga (DEA, por
sus siglas en inglés), en la última década los cárteles mexicanos se
han adueñado del 50% del mercado de heroína estadounidense, que
representa ingresos por 13 mil millones de dólares al año. Además, para
2012, el 96% de la cocaína que entraba a Estados Unidos era a través de
territorio mexicano, cuando en 1991 solo ingresaba el 50% del total de
esta sustancia. De igual manera, de 2009 a 2014 se incrementaron en 300%
los decomisos de metanfetaminas por la frontera con California. Según
la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos
alrededor del 60% de la metanfetamina que se consume en este país
proviene de México.
De igual manera, los decomisos realizados en territorio mexicano
continúan a la alza. Por ejemplo, en 2014 se decomisaron 19.6 toneladas
de metanfetaminas, 1.6 toneladas de opio y 2,259 unidades de éxtasis,
las cuales representaron un incremento respecto de 2013 de 33%, 570%, y
132%, respectivamente. Es decir, la presencia y predominancia de los
cárteles mexicanos en el principal mercado de consumo, así como en el
nacional, lejos de debilitarse, más bien se ha fortalecido.
Gráfica 1
Desarticulación de organizaciones criminales
La captura de líderes no ha resultado en la automática desactivación o
debilitamiento de las organizaciones criminales. Por el contrario,
algunos cárteles se han fragmentado a raíz de la muerte o captura de su
líder, resultando en un incremento de la violencia motivado por la
guerra por el control de plazas y rutas de trasiego. Al inicio del
sexenio de Felipe Calderón había cuatro grandes organizaciones
criminales en el país (El cártel de Sinaloa, el cártel de Juárez, el
cártel del Golfo y la Familia Michoacana).
Actualmente, la cifra ha ascendido a nueve grandes cárteles (Cartel
Nueva Generación, Cartel de Sinaloa, Los Zetas, Cártel del Golfo,
Caballeros Templarios, la Familia Michoacana, Cártel de los Beltrán
Leyva, Cártel de Juárez, y el Cártel de Arellano Félix) y otra serie de
agrupaciones menores locales que se dedican principalmente a delitos
como el secuestro, extorsión y robo (Ver Mapa). No sólo se observa que
la actividad delictiva de estas organizaciones se ha incrementado y
diversificado, sino que su penetración en el territorio nacional es cada
vez más profunda y su dispersión no ha sido controlada.
Fuente: Elaboración propia con datos de Stratfor y El Universal.
Fortalecimiento institucional en seguridad y justicia
La estrategia de seguridad de Calderón, que continúa vigente en el
sexenio de Enrique Peña Nieto, ha implicado un considerable aumento en
el presupuesto con la finalidad de fortalecer las instituciones de
seguridad. Tan sólo el Fondo de Aportaciones para la Seguridad Pública
de los Estados y el Distrito Federal (FASP) – que representa el 5% del
gasto total para la Función Seguridad Pública- distribuyó 44 mil 310
millones de pesos en el sexenio de Calderón y más de 23 mil millones en
lo que va del sexenio de Peña Nieto. A pesar de que año con año
aumentan los recursos destinados a este rubro – de 2006 a 2015 se
incrementaron en 7%, en promedio – esta inversión no se ha traducido en
una mejora institucional.
En febrero de 2014 la captura de “El Chapo” fue ampliamente presumida
por el gobierno federal como muestra de su eficacia y, a pesar de las
conocidas deficiencias del sistema penitenciario mexicano, se descartó
la posibilidad de una extradición. Un año después el hecho de que se
haya fugado evidencia las deficiencias estructurales del aparato de
seguridad mexicano y demuestra que el sistema de justicia en México no
ha mejorado a pesar de la inversión de recursos. Los 12 mil 259 millones
de pesos invertidos en 2013 en el sistema penitenciario y los 365
millones invertidos específicamente en remodelaciones del Reclusorio del
Altiplano no sirvieron para evitar el escape de su interno de más alto
perfil.
La fuga del “Chapo” envía un mensaje contundente para la viabilidad del
Estado de Derecho: con dinero y poder suficiente en México todo es
posible. La credibilidad del Estado mexicano ha sido pulverizada de un
día para otro. La fuga de “El Chapo” -por segunda vez de un penal de
máxima seguridad- acentúa la percepción negativa de un gobierno que ha
sido señalado por corrupción, impunidad e incapacidad. Esto también
tiene consecuencias en la relación bilateral, México – Estados Unidos.
Diversos medios estadounidenses comunicaron su preocupación y
descontento ya que, por un lado, Estados Unidos invirtió recursos
humanos, de inteligencia y financieros para lograr la captura de “El
Chapo” en 2014 y, por otro lado, solicitó la extradición de Guzmán para
poder juzgarlo en sus cortes y evitar su fuga.
Sin embargo, la mayor implicación de la captura y fuga de “El Chapo” es que coloca en serio entredicho la estrategia actual de seguridad. La detención del “Chapo” no implicó la desarticulación del cártel de Sinaloa ni la detención de toda la red de complicidades que le permite operar como una de las organizaciones criminales más influyentes del mundo. Su organización siguió operando un negocio que, de acuerdo con la DEA, asciende a los 500 mil millones de dólares al año; en todo caso su permanencia se vio más amenazada por la presencia de otras organizaciones criminales, como el Cártel Nueva Generación, que por la incidencia del Estado.
La combinación de todos los elementos anteriores coloca al Gobierno
Federal ante la posibilidad de transcurrir la segunda mitad del sexenio
sin ningún tipo de capital político como un lame duck bajo la sombra de
la incompetencia y corrupción. Es momento de asumir que la captura de
los líderes del narcotráfico no ha demostrado un impacto sustentable en
el combate a la delincuencia. El negocio del narcotráfico resulta tan
atractivo que siempre habrá alguien dispuesto a asumir sus actividades
independientemente de los costos. Además es necesario dar cabida a las
teorías que sostienen que muchos cárteles operan bajo estructuras
distintas a las tradicionales y por ello golpear a la cabeza no tiene un
impacto significativo para la operación de la organización. Lo anterior
no significa que la persecución de los líderes debe detenerse, sino que
las prioridades de la política criminal vigente deben replantearse para
explorar alternativas que permitan enfrentar a la delincuencia de una
forma más inteligente y con menores costos sociales. Esto último debe ir
acompañado de un combate serio a la corrupción en las instituciones de
seguridad y justicia del país.
Semana Política es elaborada por: Ximena López, Mariana Meza, Carlos de la Rosa, Santiago Martínez, Rafael Vega. Editora: Lorena Becerra.
Semana Política es elaborada por: Ximena López, Mariana Meza, Carlos de la Rosa, Santiago Martínez, Rafael Vega. Editora: Lorena Becerra.
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